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jueves, 29 de diciembre de 2022

Cuando la España Rural abre sus puertas a los refugiados. Monleras en El País

El asentamiento de nuevos pobladores en Monleras es fruto de los acuerdos de colaboración entre el Ayuntamiento, plenamente implicado con la cesión de viviendas y el apoyo necesario, y las asociaciones Escuelas Campesinas de Salamanca, Adecasal y Asdecoba, integradas todas ellas en Colectivos de Acción Solidaria, que facilitan la creación de empleo con sus distintos programas, fundamentalmente los de atención y cuidado de personas mayores. 

 

Asimismo existe un acuerdo de colaboración con la Asociación Cepaim, que ha actuado de mediadora con las familias inmigrantes interesadas en asentarse en zonas rurales, como es el caso de la familia venezolana protagonista del reportaje, y las ha acompañado en los primeros pasos.

 






Personas desplazadas que provienen de Venezuela o Malí se asientan en zonas despobladas atraídas por trabajos en fábricas o en el sector de los cuidados y contribuyen a la supervivencia de los pueblos

 

Monleras, en el noroeste de Salamanca, es uno de esos municipios en los que la inscripción de un nuevo vecino en el padrón se celebra por todo lo alto en el Ayuntamiento. En el caso de la llegada de los venezolanos Yohalet V. y Edgar P. y sus dos hijos, la alegría se extendió al pueblo entero: “Nos trataron como si nos conocieran de toda la vida”,




 Durante los dos primeros meses tocaban a la puerta para darnos enseres, comida, ropa, mantas... La gente se volcó”, reconoce este matrimonio que huyó en 2018 de su natal Anzoátegui, en el noreste de Venezuela, tras ser perseguidos. Aterrizaron en Madrid y se asentaron hace dos años en este pueblo de 226 habitantes que lucha contra la despoblación. Ella, cuidadora de mayores, y él, repartidor de comida a personas dependientes, desempeñan una labor social relevante en una región envejecida. Menos evidente, pero también fundamental, resulta el hecho de que tengan dos niños, lo que contribuye a que el colegio siga abierto, y a que la panadería cuente con más clientes a los que vender pan o la farmacia, más personas a los que entregar medicamentos.

El asentamiento de personas desplazadas como Yohalet y Edgar en Monleras y en otras zonas rurales de España que pierden habitantes no se produce de forma espontánea. 

Los Ayuntamientos cuentan con programas para atraer nuevos pobladores y se apoyan en entidades como Convive Fundación Cepaim, que ayuda a los desplazados en los trámites legales e imparte cursos en colaboración con asociaciones locales. Yohalet asistió a varias capacitaciones para formarse en la atención a personas dependientes, al igual que Edgar. Aunque ya vuelan solos, la técnica de Cepaim en Salamanca, Rosa Martín, llama una vez al mes a la familia para asegurarse de que todo va bienEl seguimiento es constante y el esfuerzo por facilitar nuevas vidas a familias de refugiados y migrantes en la España despoblada no cesa.

 Tres familias de venezolanos que gozan de protección por razones humanitarias residen en Monleras. El colegio rural agrupado Bajo Tormes cuenta con 12 alumnos, de los que 4 son hijos de estas familias, afirma Ángel Miguel Delgado, el alcalde de Monleras.




Los que llegan y los que retornan

El Ayuntamiento de Monleras cuenta con seis viviendas municipales para nuevos moradores, a los que cobra una renta módica. El alcalde del pueblo, Ángel Miguel Delgado, y sus concejales se afanan en la búsqueda de casas vacías, hablan con los propietarios y ejercen de avalistas para que las pongan en alquiler y esto impulse la llegada de más pobladores: “La gente de Monleras tiene una hospitalidad inmensa. Nosotros llevamos de la mano a los que llegan”, afirma el regidor de este pueblo limítrofe con Zamora. 

Otras dos familias de venezolanos residen en él. Entre las tres aportan cuatro niños al colegio y un adolescente al instituto, en Ledesma, la cabecera de la comarca de Tierra de Ledesma, que comprende 35 municipios: “No solo resulta importante que llegue gente nueva de fuera, sino que no se vayan o que retornen algunos”, explica Delgado. Uno de los matrimonios venezolanos tenía familiares oriundos del pueblo, una forma de retorno.

Edgar, de 41 años, está en plenitud. Conoce la comarca de maravilla. Su día laboral arranca a las 9, cuando carga la furgoneta con bandejas herméticas de comida caliente hecha en el día. Recorre 230 kilómetros para repartir 42 menús a otras tantas personas dependientes en una docena de pueblos. A las 15.30 termina su jornada ordinaria, pero aún dedica dos horas al traslado de mayores en el centro de día y le queda un rato para cuidar del huerto que le ha cedido el Ayuntamiento dentro del programa Huertos Vivos. Su mujer, Yohalet, de 42 años, se mueve solo dentro del pueblo. Atiende a una persona mayor en su casa ocho horas al día. Como cualquier padre, llevan a los niños al colegio, lo que les sirve para relacionarse con el resto de vecinos: “Asan castañas y nos invitan”. Queremos aprender sus tradiciones”, afirma Yohalet, que destaca la seguridad de Monleras y que sus hijos reciban educación gratuita de calidad.

 

Les va tan bien, están tan integrados y contentos de volver a llevar la vida rural a la que estaban acostumbrados en Venezuela, que se han comprado una casa y la están reformando. Cuentan con la ayuda de la madre de Edgar, que vive con ellos. La familia de Yohalet aún está en Venezuela. “Hay muchos pensionistas pero también hay niños, por lo que tenemos futuro por delante”, comenta el alcalde. Nadie deja que muera el pueblo, descrito como dinámico y con iniciativas de emprendimiento y proyecto sociales. La panadería iba a cerrar y han conseguido que se mantenga abierta: “Hemos garantizado un servicio básico, hay pan caliente recién hecho cada día”, afirma el regidor.

 


 

Si quieres leer el artículo completo en El País, pincha aquí

https://elpais.com/sociedad/vidas-nuevas/2022-12-16/cuando-la-espana-rural-abre-sus-puertas-a-los-refugiados-para-salir-adelante.html



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