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jueves, 29 de octubre de 2020

La telesanidad no es una solución.

        Hasta dónde son necesarias las nuevas tecnologías

    

    En pleno proceso de desescalada, a punto de llegar lo que el Gobierno ha llamado la «nueva normalidad» , después de pasar casi tres meses de confinamiento, de aislamiento social y familiar ha llegado el momento de la reflexión en cuanto a los aprendizajes que nos ha podido ofrecer esta pandemia, tanto en lo positivo como en lo negativo, para finalmente producir cambios de verdad, que tengan en cuenta a las personas y a la tierra. Daremos solo unas pinceladas de esa reflexión necesaria. 

Se podría decir que el confinamiento ha sido un poco menos duro porque las tecnologías nos han permitido vernos, hablarnos, incluso recuperar viejos amigos; por esa necesidad social de comunicarnos, las pantallas nos han hecho compañía virtual, pero al fin y al cabo compañía, como la televisión lo ha hecho también a muchos de nuestros mayores que han estado solos. 


    Otro de los grandes cambios que se ha producido en estos días ha sido la implantación masiva del teletrabajo, o el trabajo en casa, que ha beneficiado a algunos trabajadores y trabajadoras que han seguido en activo, en la misma medida que a sus empresas; pero ha dejado patente una gran deficiencia, la llamada brecha digital que excluye a una buena parte de la sociedad, dependiendo de dónde vivas, o cuáles sean tus condiciones económicas y sociales. 

Es verdad que el teletrabajo nos abre un nuevo campo y que puede ser útil para que nuevas actividades puedan realizarse desde cualquier punto y por tanto las personas puedan decidir dónde vivir, pero es evidente que el teletrabajo no lo es todo. En los momentos más duros de la crisis, se mantuvieron en funcionamiento las actividades esenciales y, si nos fijamos bien, todas ellas tienen que ver con el cuidado de las personas y con el cuidado de la tierra. Si los cuidados son esenciales, ¿por qué luego no están valorados de la misma manera?, algo tendremos que cambiar en este sentido para apreciar más y mejor lo importante. 

    Durante este tiempo, se ha valorado y reconocido el trabajo inestimable del personal sanitario, pero también debemos denunciar el abuso que se está produciendo en este momento ya de desescalada con la telemedicina; o mejor dicho, llame usted, pase dos horas al teléfono, a lo mejor alguien le contesta y con un poco de suerte le atiende su demanda, pero no se le ocurra ni aparecer por el consultorio. Esta práctica, a modo de ejemplo, ha sido y está siendo desgraciadamente la tónica general en muchos pequeños pueblos. Y puede dar lugar a pérdidas de salud, no por la COVID-19, sino por otras mil patologías, que ya existían y existen. Desde estas páginas hacemos una llamada a la cordura, y a retomar una nueva normalidad que ponga a las personas y a la tierra en el centro. El «tele...», ni sirve para todo, ni servirá, por muchos avances tecnológicos que haya.

 

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